Tras mucho caminar y buscar a nuestra Princesa por los Valles de la Ribagorza y Sobrarbe, decidimos cambiar nuestra investigación en el Valle del Aragón, a la sombra vigilante de la Collarada, que emerge hasta sus más de 2800 metros de altura al lado de nuestro objetivo: la Espata, un pico muy característico visible desde Villanúa, algo más alejado de lo que parece, y que dispone de unas vistas impresionantes tanto al macizo de Collarada, como hacia el valle.
Por el camino, fácil observar algún corzo (en la zona más baja), marmotas perezosas en alguna piedra soleada e incluso algún sarrio en la zona más alta. Lirios, vegetación de bosque (pinos de varios tipos) en la zona abierta de Valle, que poco a poco desaparecerá conforme tomamos altura.
Por el camino, los restos del antiguo refugio. Hoy en ruinas. Tras él, dirigiremos nuestra vista al collado que diferencia dos veredas clara. A la derecha, nuestro objetivo, las empinadas laderas de la Espata.
Pero tras remontar las laderas, llega el momento de atacar la cima. Y aunque no es necesario (en verano) la utilización de material especial, sí que es verdad que hay que tener un poco de prudencia, buscar el acceso más fácil (la pista se pierde), y utilizar las manos además de las piernas en alguna zona concreta. Nosotros remontamos la cima bordeando la ladera por la zona alta que da hacia el este. Una vez llegados allí, y frente a algunos lugares protegidos en los que había evidencias de haber sido utilizados por sarrios, identificamos dos grietas que más o menos se habrían paso hacia la cima. La primera la descartamos porque nos pareció demasiado empinada, la piedra quebradiza y el viento. La segunda era más suave, aunque la inclinación era también importante (pero nada que no pueda salvarse utilizando manos y pies). En la subida, una piedra se desprendió y nos pasó cercana, y cayendo al vacío durante muchos metros (estuvimos un pequeño rato viendo cómo caía hasta que se detuvo).
Remontado esta grieta, llegamos a lo que podemos denominar la cresta. Todo piedra, pero se puede andar bien. Divisamos desde donde estamos ya la cima muy cercana, casi a la misma altura en la que nos encontramos, pero primero hay que sobrepasar un último obstáculo, una bajada (sin problemas) de unos metros hasta llegar a un hito de hormigón que (seguramente) divide los términos de pastos, para volver a subir un poco hasta tocar la "espada" que corona la cima. Vaya viento!!
Una de las grietas vistas desde arriba. Al fondo,el collado |
Una vez arriba, fuimos pacientes...nuestra cita se retrasaba un poco, pero estábamos seguros que cumpliría su compromiso y que llegaría. Así fue. Mientras descansábamos sentados sobre nuestras mochilas, oímos el sonido de las potentes alas de nuestro contacto. Era el gran buitre. Sus plumas de color pardo acariciaban el vacío. Su porte impresionante, y su tamaño casi amenazador.
En la cima, como es costumbre en nuestra familia, coronamos con nuestra bandera |
Se posó junto a nosotros. Su mirada a veces esquiva, a veces desconfiada hacía aflorar los nervios.
- Disculpad el pequeño retraso. De camino hemos visto el cuerpo de una oveja. No llevaba muerta más de un día...- dijo con una voz ronca
Jaime (Chai) no pudo evitar cierto gesto de resquemor. Su hermano Chorche le explicó de forma pausada...
- Chai, la labor de los buitres es esencial. No son cazadores. Se alimentan de carroña, y aunque están mal vistos por la literatura a veces absurda de los hombres, lo cierto es que limpian totalmente las zonas de cadáveres. Imagínate qué pasaría si no fuera así. Habría un problema sanitario importante. No se podría cerrar el círculo que equilibra el medio...
Jaime, no pareció mostrarse muy convencido y, entre el tamaño del enorme buitre, sus ojos casi inquisitivos...y la alusión al cadáver de la pobre oveja...decidió colocarse detrás de mí, cediéndonos los honores de comunicación con nuestro invitado...
- Jajajajajajaja - bramó el buitre - Pequeño cachorro humano...cuánto daño han hecho los prejuicios...Aprenderás que en la naturaleza no hay nada oscuro, ni nada falso...Todos formamos parte de la misma unidad, cada uno con nuestra función, pero con respeto...¿Podéis decir lo mismo vosotros de vuestra "civilización"? - dijo con un tono burlón que exasperó aún más a Jaime...
- Buenos días gran buitre...Nos citamos contigo bajando del Valle de Chistau...Todos hemos sido puntuales y cumplidores con esta cita. Te lo agradecemos. Disculpa al pequeño Chai...tienes razón...los prejuicios de nuestra sociedad frente a determinados animales son mamados desde los cuentos infantiles.
- No tienes que disculparte padre humano. Tu cachorro pequeño es respetuoso con las montañas, y valiente. Pocos de su edad llegan hasta aquí - afirmó el gran buitre, provocando que Jaime se asomara (tras la seguridad del cuerpo de su padre) con cierta curiosidad, pero rebeldemente, sacando la lengua en signo de provocación.
- Jajajajajaja!! Es valiente tu cachorro.
- Ni te imaginas (dije con un tono entre la desesperación y la resignación).
Chorche tomó la palabra con seriedad y madurez:
- Dinos gran buitre, cómo puedes ayudarnos para encontrar a la Princesa Pyrene? Hemos rozado su presencia en numerosas ocasiones, pero juega con nosotros. Oímos su risa cariñosa siempre que se nos escapa. Es evidente que nos conoce, que sabe que venimos a conocerla y a rendir pleitesía...pero le gusta sentirse halagada. Nos pone la mermelada de frambuesa en los labios, y se nos escapa en el último momento...
- Pequeño Chorche - dijo el buitre - te has convertido ya en todo un hombre. Te pareces mucho a tu padre. Recuerdo la primera vez que te vi, en la cima de la Peña Oroel. Ibas en la mochila de tu padre, a su espalda. No te di ningún miedo, a pesar de que mi tamaño te quintuplicaba...Me alegro de verte choben Larraga.
Chorche asintió. Sin duda, recordaba (a pesar de su edad) el capítulo al que hacía referencia el gran buitre.
- Pyrene llega hoy aquí, a la cima de la Espata - concluyó el gran buitre con una tranquilidad pasmosa, frente a nuestra sorpresa.
- Cómo que viene hoy aquí? - Inquirió Chorche. No salíamos de nuestro asombro. Hasta Jaime salió de mi sombra para "enjarretarse" frente al gran buitre en señal de solicitud de más explicaciones.
- Has oído bien, choben Larraga, casi rugió el gran buitre, lo que hizo rectificar rápidamente a Jaime y volver con agilidad a la espalda protectora de su padre.
La respuesta del gran buitre fue enigmática mientras levantó sus enormes alas en claro mensaje de despedida...
- Cuándo?? Ya...Aquí está...
Se alzó majestuoso. En apenas dos segundos alcanzó una altura que solo la Collarada podía mirar desde arriba. De nuevo, el típico sonido del batir de sus alas contra el viento, llegó a nosotros, a la vez que una sonrisa socarrona se alejaba cada vez más y más...
El primero en reaccionar fue Chorche:
- Papá...mira!!
Una densa nube blanca nos comenzó a invadir desde el oeste...
- Pero...qué ocurre? - Acerté a preguntar
- Nos invade la niebla.
De forma repentina un halo color nieve y tremendamente denso nos invadió. Prácticamente no se veía más alla de dos o tres metros.
- Polares puestos y chubasqueros encima!! - Ordené con cierto nerviosismo. El cambio del tiempo había sido brutal...
- Esto no es normal papá...esto no es niebla...
Chorche tenía razón. No era niebla. El tacto de esa densa masa, no me atrevería a decir con seguridad que gaseosa, era tremendamente suave...y no era frío!!!
Jaime advirtió algo igualmente extraño: "...Escuchad!! El viento!! Ha cesado!! Pero entonces, qué es lo que se oye??..."
No sabía qué contestar. La luz se hizo totalmente blanca..."Poneos vuestras gafas de sol ya!!". Casi estábamos cegados por esa niebla, boira, nube...o lo que fuera que nos envolvía...Todo era luz...todo blanco...el sonido a la par que potente era acogedor...como la sensación de estar acariciando una prenda de seda...
- Mirad!!! Chorche levantó sus brazos hacia el cielo...Sobre nosotros, como si fuera el ojo de un huracán, veíamos el cielo tranquilo, azul...atravesado de lado por el gran buitre que nos gritó: "Os lo dije"
- Esto...esto no es niebla...-balbuceé- Esto es..
- Es Pyrene papá!! Es Pyrene!! - gritó Chorche...
Una voz aterciopelada, casi maternal...invadió al cima con su eco:
- Chorche, mi valiente Chorche!
Su potencia, a la vez que inmensa de amor, nos hizo caer de rodillas a Jaime y a mí...Chorche continuaba en su asombro señalando hacia el cielo...y entonces...entonces la vimos...sólo fue un segundo...un resplandor nos cegó...era la mirada de Pyrene que, juguetona se alzó para decirnos risueñamente: "...mis chicos...casi, casi..."...y de repente...todo desapareció...
Si hizo el silencio. Paró el viento. La sensación de suave caricia cesó. El sol volvió a calentar nuestros cuerpos. Comenzamos a sentir su calor. La Espata estaba allí...impertérrita. La Collarada y la Collaradeta nos miraban expectantes. Durante unos minutos, ninguno de los tres fuimos capaces de emitir palabra alguna. Inmóviles. Conscientes de que Pyrene, nuestra Princesa, nos había regalado por fin una de sus miradas, una de las caricias de su blanco manto. Oímos su cálida voz. Sentimos su cariño. Una sensación muy similar a la del enamoramiento invadió nuestros corazones. Todavía en silencio, nos miramos...sonreímos...sólo nos salió un abrazo espontáneo...Estábamos locos de contentos. Y plenamente decididos a continuar nuestra búsqueda de Pyrene.
Iniciamos el descenso orgullosos. Y de bajada, en las laderas de la Collarada y de la Espata, Chorche y Jaime descubrieron la clara confirmación de que, nuevamente, no había sido un sueño. Las flores de nieve invadían las zonas donde el vestido de novia de Pyrene había tocado el suelo...
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